Por: Faitha Nahmens
Mientras el mundo se monta en la ola de las ciudades sustentables y ecológicas, en Caracas cada vez más se perpetran crímenes ambientales, como si de crímenes no supiera su gente. Centenares de árboles han sido talados, derribados, tasajeados con la mirada cómplice de vecinos y autoridades. Este un llamado y súplica: el país también tiene memoria natural
Los ciudadanos más organizados, sin embargo, toman medidas, subraya Gómez. En Santa Mónica introdujeron recursos contra estas talas y podas arbitrarias —hasta ahora sin éxito— consternados al ver el ataque a los árboles en el cauce del río Valle, junto a la autopista Valle-Coche, “que incluso estaban amparados por la protección al Patrimonio Forestal de la Parroquia San Pedro por medio de una decisión judicial del 3 de marzo de 2010, emanada del Tribunal 16° de Primera Instancia en Funciones de Control del área metropolitana de Caracas”. Los vecinos de Baruta tienen en Cheo Carvajal a un adalid quien los convocó para una pacífica protesta, pintaron caras tristes sobre carteles reciclados y los guindaron en los árboles cercenados. Autor de la columna Caracas a pie y quien piensa que la ciudad no será tal hasta tanto no la sintamos propia en su totalidad, sin cantones acuartelados, sin garitas ni murallas, y sea una posibilidad real ir a Mesuca sin miedos ni prejuicios, asegura que los ciudadanos tenemos que conocer mejor no solo cada rescoldo sino cada árbol, y responsabilizarnos por ellos. Cuidarlos a todos y cada uno. Nombrarlos. Adoptarlos.
Los de Chacao exhiben más logros. Dolidos en Bello Campo por la tala de una docena de árboles, y por el desguace de un ejemplar icónico en Los Palos Grandes temen que el nombre de la urbanización deje de tener algún sentido, también por los más de 20 que se tasajearon cuando se derribó la casa de la familia Beracasa para construir el hotel y centro comercial Altamira Village, y por los otros tantos que circundaban el demolido restaurante Medellín, en cerrada fila, con un rimero de firmas para pedir el cese a la tala, el estudio fitosanitario de las especies, la restitución de los árboles derribados y la reforestación, luego de reuniones y denuncias del crimen ambiental y urbano recibieron esta respuesta: fue destituida la persona a cargo de las ejecuciones Celia Moreno y en su nombre está quien ha trabajado por recuperar el verdor en la Universidad Simón Bolívar. Alivio. Aunque tienen claro que no solo las autoridades tienen responsabilidad en este ecocidio o en la protección de lo verde, “sabemos de vecinos que echan kerosén a las raíces de los árboles que les molestan para poder montar sus vehículos con más comodidad en las aceras”, desliza la arquitecto Melín Nava, vecina sensible y comprometida.
“Mientras en otras ciudades del mundo lo que se está buscando es el reverdecimiento y la disminución del tránsito automotor y de las superficies de cemento, aquí ocurre lo contrario, pero Caracas, como toda ciudad, tiene memoria vegetal y los árboles también son patrimonio: ambiental, escénico, urbano, visual, histórico en muchos casos”, coinciden Nava y Gómez. Esperanzador que en contrapartida aumentan las oenegés a favor, como el Grupo Ecológico San Pedro, Las Niñas que Siembran, Caracas en Flor, Caracas a Pie, el Frente en Defensa del Norte de Caracas, Ser Urbano, Samplablera por Caracas, la Fundación de la Memoria Urbana, y los vecinos se suman a campañas admirables como #EstosArbolesTienenDolientes. “En este mes de mayo, proverbial mes de la flores en Venezuela, estamos orgullosos de haberle propuesto la categoría árbol centenario al Instituto del Patrimonio Cultural en 2005, eso está en el blog Caracas Moderna”, añade, Gómez que no se ha discutido nunca el tema de la flora urbana. “¿Quién piensa la ciudad? ¿Por qué nuestras aceras tienen que estar sembradas de álamos o chopos como si fuera Madrid? Las aceras se deben adecuar a nuestra flora, y no al revés; démosle gracias a Dios por habernos bendecido con este paraíso vegetal lujuriosamente verde”, conjura apasionada. Mientras Caricuao, parroquia ecológica —única así considerada en Suramérica— se lamenta por el desguace del parque Vicente Emilio Sojo a favor de un túnel que la conectará con El Valle, Hannia Gómez ha propuesto una convocatoria con expertos este 23 de julio en la sala TAC del Paseo Las Mercedes para pensar en aceras dúctiles que reverencien a los reventones jabillos, en podas asertivas, en verde.
Hay gente que no cree que hubo algo llamado el Holocausto; también hay quien cree en la guerra económica; y hay quienes piensan, abanicándose, que el recalentamiento global son pamplinas.


